domingo, 1 de marzo de 2015

Las bodas del S.XIX

En la actualidad todo el mundo que se casa celebra su boda, unos de manera sencilla (los menos ) y otros como se dice vulgarmente ” tiran la casa por la ventana “, gastándose lo que pueden y lo que no pueden. Es más, hay gente que no se casa porque dice no poder pagar el evento. Algo completamente ridículo, ya que el matrimonio es una cosa muy seria que no se reduce a una fiesta. Es un proyecto de vida en común que en la mayoría de las ocasiones lleva aparejados hijos cuya felicidad es responsabilidad de los padres.
Esto no siempre ha sido así.  A principios y mediados del pasado siglo las parejas no solían celebrar las bodas, como mucho una comida íntima con los familiares en casa de los padres de la novia. Después las celebraciones se fueron haciendo una práctica común, hasta desembocar en el desenfreno de gasto que son actualmente. Algunas eran muy temprano y en ellas se servía un desayuno. Otras rondaban el mediodía y entonces se daba un lunch, un almuerzo o una comida con baile (ya que la hora de almorzar era a las 13,00 horas como muy tarde, seguíamos el horario europeo, no como ahora que se come y cena tardísimo ). Esto último era para personas muy pudientes.
Los padres de los novios esperaban a los invitados en un salón para saludarlos y darles la bienvenida. La novia cortaba la tarta nupcial, su marido le servía la primera porción, los caballeros de honor servirían a todos los invitados el pastel y en ningún caso los criados de la casa, que tenían que estar pendientes de que todo estuviese a punto. La fiesta no debía durar más de las dos de la madrugada, aunque por entonces los novios ya se habían ausentado. Siempre los gastos de la boda lo pagaban los padres, fuera de origen humilde o no.
Antes del siglo XIX, las novias a menudo no elegían el blanco como el color de su vestido de novia. Cuando la reina Victoria vistió de blanco para casarse con Albert de Saxe-Coburg en 1840, los retratos de boda difundidos inspiraron a otras novias a seguir su ejemplo. Las novias de la era de la depresión económica y la Segunda Guerra Mundial, enfrentaddas a la escasez de tela y bodas apresuradas, a menudo simplemente lucían sus mejores trajes o vestidos . Las novias disfrutaron el auge de la posguerra de los años cincuenta e imitaron el vestido de encaje blanco usado por Grace Kelly y consolidaron la tradición del "blanco de la boda" que continúa hoy. Mientras que la etiqueta dicta que los novios se vean limpios y bien vestidos, algunas tradiciones rodearon a los atuendos de boda para hombres hasta la época victoriana. Los novios de clases medias y altas del siglo XIX usaban chalecos blancos, corbatas, pantalones negros y casacas. Los oficiales militares generalmente se casaban en uniforme, una tradición que continúa en la era moderna. Mientras más hombres fueron alistados durante la primera y segunda guerras mundiales, el número de novios que se casaban en uniformes militares aumentó. Los trajes, que fueron usados primero en Inglaterra en 1886, se convirtieron en la prenda de elección para los novios civiles de los siglos XX y XXI.

Un novio medieval solía pagar por la mano de su novia con regalos de piedras preciosas que simbolizaban su intención de casarse. La entrega de un diamante como símbolo de intención continúa hoy en la tradición, como el regalo de un novio a su novia prospectiva como un anillo de compromiso. Los anillos de boda evolucionaron a partir de la antigua superstición de que atar las muñecas de la novia con cuerdas podría atar a su espíritu a su cuerpo y prolongar su vida. Finalmente, los anillos reemplazaron las cuerdas y llegaron a simbolizar el amor eterno y el compromiso de la pareja. En épocas antiguas y medievales, los novios lanzaban la liga de la novia de sus cámaras privadas a una multitud de amigos en espera demostrar la consumación del matrimonio. En siglos posteriores, las novias traslaron el lanzamiento de la liga desde el dormitorio a la sala de la fiesta, donde se pensaba que el accesorio traería buena suerte a quien lo cogiera. La liga de la boda sigue siendo una adición popular al atuendo de la novia. Algunas ligas se convierten en recuerdos de familias transmitidos de madre a hija a través de muchas generaciones.





La educación de la mujer en el S.XIX

La enseñanza del siglo XIX, muy influenciada aún por la Iglesia a todos los niveles, sigue contemplando a la mujer en un papel secundario. La Iglesia católica tenía un concepto funcional de la mujer. Obedecía a su papel cohesionador al interior de la familia.
El prototipo más frecuente fue el de perfecta casada, reina del hogar, piadosa, buena madre y buena esposa. Este concepto correspondía a un discurso ideológico sobre lo doméstico, y la Iglesia católica era su más agresivo portavoz.
La incorporación de la mujer al sistema educativo, según la Iglesia, era una forma de moldear en principios y valores cristianos al elemento cohesionador de la familia y el hogar. El acceso de la mujer al sistema educativo no buscaba, de ninguna manera, alterar la función social de la misma; buscaba fundamentalmente alfabetizarla y adiestrarla en algunos quehaceres domésticos para el mejor funcionamiento del hogar y de la familia. Su educación, en caso de haberla, debía ir orientada a su misión en la vida. Los textos legales hablan por sí solos, por lo que los usaré preferentemente para ver cual era el tratamiento que recibía la enseñanza femenina.
Muy reveladoras del ideario católico, son las palabras del obispo colombiano José Romero, que en una Pastoral de 1876 decía, refiriéndose a las mujeres que vivían en la ignorancia, por falta total o parcial de instrucción: "La que no conoce sus deberes religiosos, la que no comprende el mérito de la virtud, ¿cómo podrá ser buena esposa y educar a sus hijos, inculcándoles sentimientos verdaderamente cristianos, indispensables para que más tarde, sirvan como de núcleo a las obligaciones que tendrán que cumplir en la escala social?".Pero no hay que mirar sólo hacia la institución eclesial para justificar esta línea de pensamiento. No olvidemos las palabras de Rousseau -ni más ni menos- en su obra El Emilio: "dar placer (a los hombres), serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, criarlos de jóvenes, cuidarlos de mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles agradable y dulce la vida, esos son los deberes de las mujeres en todos los tiempos, y lo que se les ha de enseñar desde la infancia". Con esta exposición meridiana queda todo dicho sobre la finalidad de la educación femenina en el hombre ilustrado y liberal.
Ya avanzada la segunda mitad del siglo XIX comienza a considerarse que, aunque la misión de la mujer es cuidar de los hijos y el marido, la educación e instrucción puede prepararla para cumplir mejor la tarea de formar nuevos ciudadanos y constituir un apoyo adecuado para maridos modernos. Mientras en España en periódicos y revistas se polemiza sobre la capacidad de las mujeres para adquirir conocimientos que puedan capacitarla para ejercer una profesión y sobre la conveniencia o no de que los adquiera, llegan noticias de otros países donde algunas mujeres comienzan a conseguir el grado de bachiller e, incluso, acceden a la Universidad.
Así, por ejemplo, uno de los primeros y principales regeneracionistas, Macías Picavea, respecto a la educación de la mujer, considera que está muy bien dotada para ejercer la medicina y el comercio y también para desempeñar tareas docentes y educativas, excluyendo de su competencia otras actividades públicas profesionales, según los criterios más corrientes en su tiempo. De hecho en el siglo XIX no se discute la capacidad ni el papel que puede desempeñar la mujer en el ámbito del Magisterio, como muestra la prolija legislación que recoge la profesora Flecha García en el libro abajo reseñado. Incluso, en el último tercio de la centuria las Escuelas Normales de Magisterio femenino se convierten en un laboratorio donde ensayar otras carreras.
La primera noticia del interés de la mujer por los estudios superiores es del 2 de septiembre de 1871, cuando Mª Elena Masseras consigue un permiso especial del Rey Amadeo de Saboya para realizar estudios de segunda enseñanza y poder continuar en la Universidad después. Mª Dolores Aleu Riera es la primera mujer que realiza el examen de grado para obtener una Licenciatura, en Medicina, el 20-4-1882, seguida en el mismo año por Martina Castells Ballespi y Mª Elena Masseras Ribera, todas por la Universidad de Barcelona. En 1886 obtiene la Licenciatura en dicha Universidad Dolores Llorent Casanovas y dos días después la quinta mujer licenciada en Medicina, Mª Luisa Domingo García natural de Palencia, la obtiene en la Universidad de Valladolid.
No podemos pensar que, rápidamente, el acceso al bachiller superior y a la Universidad se convirtió en una rutina. En 1882 y durante un período de casi un año, el director general de Instrucción Pública ordenó que no se admitiera a matrícula de segunda enseñanza a las mujeres, pero sí a la de Universidad a las que estuvieran en posesión del grado de bachiller. Cuando el 25 de septiembre de 1883 se autorizó de nuevo la matrícula de segunda enseñanza, se añadió la salvedad de que "sin derecho a cursar después los de Facultad".
La presencia de mujeres en la Universidad española durante el siglo XIX es, por tanto, prácticamente anecdótica y, además, parte de las alumnas consignadas en ellas, no acabaron la carrera.
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La moda del S.XIX

Al igual que otras costumbres, la moda habla de la sociedad y su idiosincrasia, nos muestra los elementos que son importantes en una cultura y de qué manera su gente vive y se desenvuelve en un contexto histórico, social, laboral y geográfico determinado, a su vez que todo esto influye en cada una de las piezas que conforman la vestimenta.

A finales del Siglo XIX era impensable que las mujeres llegasen a liberarse del corsé, o que un día se pusieran faldas que dejasen ver sus piernas. Antiguamente, los patrones que regían la moda eran estéticos, despreocupando factores considerados secundarios, como la comodidad e incluso el bienestar físico. Con los cambios tan grandes ocurridos durante el siglo XX en las formas del vestir y en la tecnología, es fácil imaginar que en un futuro próximo surgirán nuevas e innovadoras prendas auspiciadas por la tendencia al confort, la comodidad y la llegada de avanzadas fibras textiles.Las 
formas básicas de las prendas de vestir siguieron siendo las mismas que durante el siglo anterior, pero la ornamentación dejó de ser tan exagerada y los diseños se volvieron más sencillos. Se dejaron de utilizar las mangas de pernil, los hombros ahuecados dieron paso a un mayor volumen en la zona de la muñeca, las cinturas se estrecharon y las faldas adquirieron más volumen, efecto conseguido superponiendo varias prendas y disponiendo volantes horizontalmente, su magnitud llegó a resultar un inconveniente para la movilidad de la mujer. Además de la anchura añadida, las faldas se alargaron hasta barrer el suelo.


A finales de los años 50 las faldas sufrieron un cambio drástico. Gracias a la invención de nuevos materiales, apareció el miriñaque o enagua con aros. En la década de 1840 el término “miriñaque” o “crinolina” se refería a las enaguas hechas de crin de caballo tejido con lino resistente. Después de 1850, el término se utilizó para designar a la enagua con armazón de aros metálicos o de ballena, o cualquier falda ancha que llevara uno de esos armazones. Con la llegada del miriñaque, las faldas se hicieron extremadamente anchas. El desarrollo del cable de acero, los importantes avances de la industria textil y el uso práctico de máquinas de coser facilitaban que los miriñaques pudieran ser todavía más grandes. La continuada mejora de telares y tintes hizo posible una amplia variedad y cantidad de materiales para faldas.


Durante el periodo de la “Belle Èpoque” en Europa (1870-1914), caracterizado por la elegancia el refinamiento y el optimismo, los patrones que regían la moda eran estéticos, siendo secundaria la comodidad y el bienestar físico de la mujer.
Hasta comienzos del Siglo XX la moda femenina fue incómoda a consecuencia de la utilización del corsé, que apretaba todos los órganos internos. Así muchas mujeres se convertían en meros objetos decorativos. El ideal de belleza femenino debía ser de pecho erguido y abundante, caderas anchas, cintura muy afinada y nalgas exageradas. Así surgieron las mujeres con forma de “S”, que ajustaron las faldas, recogieron el pelo sobre la cabeza, con complicados peinados y adornaron sus enormes sombreros con plumas, haciendo además juego con la estética modernista. A finales de este periodo comienza a aparecer un nuevo tipo de mujer, por primera vez creado por ellas mismas. Una mujer independiente, que luchaba por el voto y por entrar en el mercado laboral. Para ellas la vestimenta se fue simplificando y la excesiva ornamentación desapareciendo, dando lugar al traje sastre de dos piezas, más adecuado a las nuevas necesidades.

La comida del S.XIX

Con el siglo XIX nació una nueva manera de entender el noble arte de comer. Las clases más pudientes habilitaron un espacio reservado para estos momentos del día y se refinaron las formas en la mesa: prohibido tutear y hablar de política, fútbol o cualquier tema susceptible de discusión. El protocolo culinario obligaba a los comensales a tratarse de usted cuando se reunían para celebrar cualquier comida. Un acto en el que el anfitrión no podía dejar nada al azar con el fin de que al día siguiente no se formaran los famosos "corrillos" de la época que criticaran su comida o cena.             
Cuando se pensaba en la mesa, uno de los puntos principales era dejar suficiente espacio a los comensales para que no se molestaran, relatan las encargadas del taller."¡A la mesa! Modos y (modas) de comer en el siglo XIX", organizado en el museo del Romanticismo de Madrid, dentro de la cuarta edición de la iniciativa "Gastrofestival". Al hablar de espacio, de nada vale pensar en las mesas actuales ya que, para quedar bien, el organizador de la cita gastronómica tenía que prever el número de comensales teniendo en cuenta que el protocolo marcaba que cada persona debía disponer de unos 60 o 70 centímetros de espacio para no molestar a su vecino. Además, se debía tener en cuenta que la sala debía contar con el suficiente espacio como para lucir las vajillas de porcelana francesa que toda casa de alta cuna debía tener, ya que en este siglo se convierten en símbolo de riqueza. 
En el siglo XIX la mesa sufrió también grandes cambios que marcaron el comienzo de la manera de comer que hoy conocemos. Se desecha el "servicio a la francesa", en el que todo se sirve a la vez en la mesa, y se instaura el "servicio a la rusa", en el que hay un menú cerrado y los platos van llegando con un orden. Y, como no, con este orden llega también la colocación de los cubiertos tal y como la conocemos en la actualidad. Y de buenos platos sabían muy bien en el siglo XIX porque las carnes guisadas, las piernas de cabrito o las manitas de cerdo "emborrizadas" formaban parte de las mesas que, si de cenas se trataban, se vestían con platos de pescados escabechados, grandes piezas de bacalao o calamares rellenos, la mayoría procedentes de Valencia. El postre estaba protagonizado por hojaldres, mantecados, natillas, flanes o torrijas. A esta siglo también se le reconoce el nacimiento del rito de la "merienda" que se valora como el tiempo de la charla, de la crítica y de la diversión. En cuanto a la bebida, las comidas se regaban con vinos españoles, griegos, portugueses o franceses y de la llamada "cerveza clara", mezcla de cerveza y limón, que tiene su origen en este siglo.

La música en el S.XIX

En el siglo XIX y sobre salen fundamentalmente dos movimientos estéticos terminantemente opuestos: el Romanticismo y el Impresionismo. El primero basado en el principio Rousseaauniano "siento luego existo" mientras que el segundo, separándose del vetusto clasicismo y el deslumbrante Romanticismo, no buscaba la razón ni la sensación, buscaba la crítica al pasado por la crítica misma.
Los grandes cambios producidos por la Revolución Indígena y las revoluciones burguesas ya no serían compatibles con las delicadez y mesura del clasicismo. El mundo había cambiado, el Hombre tenía derechos inalienables, Francia tenía un calendario nuevo, en 1803 Inglaterra y Francia darían inicio a las Guerras Napoleónicas de la Tercera CoaliciónRichard Trevithick diseñaría una locomotora y prontamente se verían sus efectos musicales: Beethoven compondría su Sonata para piano nº 21, Waldstein, caracterizada por fuertes modulaciones a tonalidades distantes bajo el tratamiento de enarmonización del séptimo grado.
El estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven en 1824, marca definitivamente un nuevo camino en la composición. Se había dado una tendencia, desde finales del clasicismo a aumentar el tamaño de la orquesta, hacer orquestaciones cada vez más grandes.
En 1788 la Sinfonía de los Juguetes (atribuida a Haydn, aunque hoy se supone de Mozart), a modo de experimento y particularidad, incluye diversos instrumentos de percusión.
El contrabajo, que había comenzado a aparecer en las orquestas del barroco duplicando, a veces, la parte del violonchelo cobraría una dimensión propia a comienzos del siglo. Las Sinfonías No. 6 "Le Matin"No. 7 "Le midi"No. 8 "Le Soir"No. 31"Horn Signal", y No. 45 "Farewell" de Haydn tendrían pasajes solistas del Contrabajo, aunque también duplicarían la parte del VioloncheloBeethoven rompería con el miedo a separar las partes y funciones del violonchelo y el contrabajo, funciones que irían separándose cada vez más en el correr del sigloUna de las tendencias del pensamiento del siglo XIX es a poner más empeño en estos términos: patria, nación, raza,racismo, unificación. Posteriormente se relacionaban con términos como superioridad, independencia, dios, estado...guerra. Esa búsqueda, primero inocente, de adentrarse en el estudio de la cultura y la identidad, de buscar las raíces del actuar y sentir de los habitantes de determinada región devendría en la creencia, en las potencias centrales, de que "nuestra" nación es superior, pertenece a determinada raza que adora al dios verdadero y, por esa razón, posee la manifestación artística pura, culta y refinada; y esa manifestación artística debe ser exportada a las colonias para "iluminarlas" o para impedir que ellos nos "oscurezcan". Lo que comenzó siendo la búsqueda de Anton Reicha por incluir sus raíces checas en su música de carácter romántico temprano, terminó siendo el antisemitismo manifiesto de Wagner. Lo que comenzó siendo la unificación Alemana terminó siendo la Primera Guerra Mundial.

Los rayos X

Hace algo más de un siglo, en 1895, Wilhelm Conrad Röntgen (1845-1923), científico alemán, descubrió una radiación (entonces desconocida y de ahí su nombre de rayos X) que tenía la propiedad de penetrar los cuerpos opacos.
Wilhelm se encontraba haciendo experimentos con los tubos de Crookers y observó unos extraños rayos que atravesaban papel y metal, lo que lo llevó a investigarlos durante siete semanas. Investigó los efectos de algunos gases cuando se les aplicaba algunas descargas eléctricas, todo esto dentro de tubos vacíos y con electrodos para generar un alto voltaje en las corrientes. El 8 de noviembre de 1895, el físico Wilhelm Conrad Rontgen se encontraba haciendo experimentos con los tubos de Crookes y la bobina de Ruhmkorff. Estaba analizando los rayos catódicos para evitar cierta fluorescencia que eran producidos en las paredes de vidrio en uno de los tubos, así que los cubre con una funda negra de cartón. Cuando llega la noche conecta todo su equipo por última vez y se sorprendió al momento de ver un resplandor amarillo-verdoso a lo lejos. Al apagar y volver a encender el tubo, este resplandor se producía de nuevo.
El primero de enero de 1986 Wilhelm Rontgen contactó con sus compañeros de toda Europa para comunicarles los detalles de su investigación. También les mandó una fotografía de su mano en la que la piel casi no se veía, dejando observar los huesos y lo que parecía ser la sombra de un anillo. Esto se debe a que el 22 de diciembre se decidió hacer la primera prueba con humanos pero ya que no podía manejar su carrete, la placa fotográfica de cristal y exponer su mano a los rayos x (todo esto a la vez) pidió ayuda a su esposa, para que ésta colocase su mano en la placa durante 15 minutos. Cuando fue revelada la placa de cristal su sorpresa fue muy grande, apareció una imagen, sin duda, muy importante para la historia de la ciencia; los huesos de la mano de su esposa Berta con el anillo flotando sobre uno de estos. Y así aparece la primera radiografía de la historia y con ella nace una nueva rama de la medicina llamada radiología.
En grandes cantidades puede causar quemaduras en distintos lugares del cuerpo, pérdida de cabello, defectos de nacimiento, cáncer, daños mentales y en el peor de los casos la muerte.
Con el paso del tiempo, gracias a una encuesta realizada por el Museo de Ciencia de Londres, se ha determinado que la máquina de rayos X es el invento más importante del mundo, ya que ha contribuido tanto en el campo de la medicina que se ha logrado llegar a la era del paciente transparente (esto por el hecho de poder ver a través de él).Como ahora sabemos es largo el proceso de investigación y los rayos X fueron un gran avance tecnológico en el campo de la medicina, los científicos los produjeron durante años sin saberlo, lo que significa que probablemente haiga más cosas por descubrir. Estos son benéficos y riesgosos a la vez.